¿Y si pudiéramos editar nuestros recuerdos?

¿Y si pudiéramos editar nuestros recuerdos?

En la nueva serie de Apple TV+ Severance, Adam Scott interpreta a Mark, un empleado de Industrias Lumon que tiene un enfoque único de la conciliación de la vida laboral y familiar. Cuando está en el trabajo, la empresa bloquea todos los recuerdos de su vida familiar y viceversa. De esta forma, nunca se distrae con ningún pensamiento intrusivo y puede dedicar toda su energía a cada fase de su vida. Por supuesto, las cosas van muy mal, y las personalidades de los empleados se dividen en “Innies” y “Outies” con prioridades muy diferentes.

Es una premisa genial y espeluznante, pero nos hizo pensar: ¿Qué tan cerca está la ciencia moderna de poder editar selectivamente nuestros recuerdos? Nos adentramos en las últimas investigaciones para ver si es posible.

En los cables

El proceso real de cómo se forman y almacenan los recuerdos en el cerebro es un tema muy discutido. El consenso general es que el córtex frontal y el hipocampo codifican la información sensorial en forma de “experiencia”, que luego se codifica en grupos específicos de neuronas en el cerebro. Estos recuerdos adoptan múltiples formas: recuerdos sensoriales, la capacidad de recordar impresiones de los órganos sensoriales; recuerdos a corto plazo, que se utilizan durante breves periodos de tiempo y suelen tener un bajo contenido emocional; y recuerdos a largo plazo, que pueden dividirse en recuerdos implícitos y explícitos. Los científicos están trabajando en esta última.

El hecho de no poder precisar físicamente la ubicación de un recuerdo dificulta la intervención en sus operaciones. Pero lo que resulta fascinante es cómo nuestro cerebro opera de forma casi cuántica cuando hacemos aflorar esos recuerdos. El término técnico es “reconsolidación”, donde el acto de recuperar y volver a visitar una experiencia pasada altera el propio recuerdo. Se trata de un cambio bastante grande en la forma en que entendemos que funciona el proceso, y todavía se está explorando. Pero abre la puerta a múltiples métodos para alterar y eliminar los recuerdos después de haberlos creado.

Enchufando

Los experimentos de memoria más exitosos que se han realizado hasta la fecha giran en torno a la implantación -hacer creer a la gente que ocurrió algo que no ocurrió-. Es mucho más fácil implantar algo que quitarlo. Piensa en Inception, pero sin el presupuesto de los efectos.

Uno de los nombres más destacados en este campo es el de Elizabeth Loftus, una psicóloga cognitiva que lleva décadas realizando experimentos sobre falsos recuerdos. En los años 70, empezó a explorar el “efecto de desinformación”, la teoría que determina cómo la presentación de un acontecimiento determina la creación de recuerdos sobre el mismo. Lo convirtió en el famoso experimento “Perdido en el centro comercial”, en el que implantó un falso recuerdo de haber sido abandonado en un centro comercial y encontrado por sus padres a más del 25% de los sujetos del estudio.

Su proceso consistió en utilizar a amigos cercanos o familiares de los sujetos y hacerles compartir la historia falsa junto con varias anécdotas reales de su pasado. El encuadre contextual, junto con la información procedente de confidentes de confianza, fue suficiente para que una parte significativa de los sujetos no sólo identificara el falso recuerdo como real, sino que lo considerara más creíble que los hechos que les ocurrieron realmente.

Hay algunas críticas a la metodología utilizada en el estudio, pero es ilustrativo de que los recuerdos son fluidos y pueden manipularse con medios decididamente poco tecnológicos.

Recorte

Eliminar una memoria es una historia completamente diferente. Debido a la complejidad de los mecanismos biológicos del cerebro, es difícil identificar recuerdos individuales específicos. Pero las investigaciones han demostrado que es posible atacar tipos de recuerdos por diversos medios. Un estudio de 2009 se centró específicamente en las neuronas de la amígdala lateral que se activaban al procesar los recuerdos del miedo. La disección del tejido descubrió que estas neuronas tenían un nivel uniformemente más alto de proteína de unión a elementos de respuesta de adenosina monofosfato cíclico (CREB).

El siguiente paso fue tomar un grupo de ratones, crear en ellos una memoria de miedo utilizando señales auditivas y estímulos negativos, y luego escanear sus cerebros para encontrar las neuronas que expresan CERB. Por último, utilizando una toxina diftérica modificada, los investigadores pudieron destruir esas neuronas. ¿El resultado? La señal sonora que antes provocaba una respuesta de miedo ya no lo hacía. Memoria borrada.

Por supuesto, el cerebro de un ratón es órdenes de magnitud más simples que el de un humano, y no hay forma real de saber qué daños colaterales se produjeron como resultado del procedimiento. Este es sólo el primer pequeño paso que ilustra que la idea central de la eliminación de la memoria es posible sobre una base bioquímica. En futuros experimentos se trabajará con tecnologías más precisas y específicas, incluyendo láseres que puedan ionizar las neuronas a nivel individual.

Dividiendo la diferencia

Por último, abordemos el enigma tecnológico planteado por Severance, en el que una persona tiene acceso selectivo a sus recuerdos dependiendo de su ubicación. Aunque esto pueda parecer imposible, en realidad existe un precedente en el mundo de la psicología. El trastorno de identidad disociativo (TID), antes conocido como trastorno de personalidad múltiple, es una afección poco común en la que los individuos se perciben a sí mismos como personas distintas que habitan un único cuerpo. La pérdida de memoria es un síntoma común asociado, y los pacientes a menudo no recuerdan conscientemente las acciones realizadas por otras personalidades.

Esta “amnesia interpersonal” suele afectar a los recuerdos explícitos a largo plazo, es decir, al recuerdo consciente de acontecimientos, conversaciones y emociones en torno a un momento concreto. Los estudios de los pacientes con TID muestran que a menudo son incapaces de acceder a ellos cuando una personalidad que no los formó tenía el control. Los experimentos con sujetos que padecen este trastorno no han sido concluyentes, pero en general se ha comprobado que es más probable que los recuerdos implícitos -conocimientos y conexiones inconscientes- se transfieran entre personalidades. Aunque todavía se desconocen las causas bioquímicas del TID, éste provee un punto de entrada al proceso de “bloqueo” de la memoria.

En 2014, científicos del MIT realizaron el experimento más avanzado hasta la fecha con este proceso. Marcaron neuronas en el cerebro de ratones con una proteína sensible a la luz y utilizaron cables de fibra óptica para enviar pulsos de protones a través de ellas y activarlas o desactivarlas. Esto se utilizó para activar recuerdos positivos o negativos y determinar cómo afectaban a la respuesta de los ratones a sus situaciones actuales.

En el caso de los recuerdos negativos, que se crearon dando a los ratones leves descargas eléctricas desde un panel en el suelo, los científicos pudieron disminuir la respuesta de miedo del panel después de “reproducir” ese recuerdo en una situación positiva, en la que el ratón estaba rodeado de hembras. Lo contrario también era cierto: los recuerdos positivos podían disminuirse repitiéndolos en situaciones negativas.

Así que, aunque no parece que tu trabajo vaya a ser capaz de hacerte olvidar cuando te vayas, el campo del estudio de la memoria está avanzando de forma constante para poder manipular tus recuerdos. Todavía no se sabe si eso es positivo o negativo, pero ¿hay efectos secundarios realmente malos si no se puede recordar?

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Michael Rojas

Michael Rojas

Me convertí en un entusiasta de la tecnología a finales de 2012, y desde entonces, he estado trabajando para publicaciones de renombre en toda América y España como freelance para cubrir productos de empresas como Apple, Samsung, LG entre otras. ¡Gracias por leerme! Si deseas saber más sobre mis servicios, envíame tu consulta a [email protected].

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