Las dietas basadas en plantas y el rewilding ofrecen una “enorme oportunidad” para reducir el CO2

Al cambiar a dietas más ricas en plantas, las naciones ricas podrían reducir sus emisiones agrícolas en un 61 por ciento y secuestrar casi 100 gigatoneladas de CO2 equivalente si el excedente de tierras de cultivo se deja para volver a la naturaleza.

El sistema alimentario mundial es la segunda mayor fuente de gases de efecto invernadero (GEI) antropogénicos, ya que representa hasta un tercio de las emisiones. Más de la mitad de esa cifra procede de la producción de carne y productos lácteos, a pesar de que estas fuentes proporcionan un escaso 20 por ciento de las calorías del mundo. Las naciones ricas impulsan la mayor parte de esta demanda.

Un estudio reciente ha calculado el potencial de ahorro de carbono que supondría que estos países ricos dejaran de consumir carne y productos lácteos de forma que se creara lo que los autores del estudio llaman un doble dividendo. “Nuestro doble dividendo significa que si cambiamos las dietas basadas en animales por dietas basadas en plantas, podemos reducir las emisiones de GEI (dividendo uno) de la producción agrícola directa”, explica el autor principal, el Dr. Zhongxiao Sun. “La tierra agrícola ahorrada por el cambio de dieta puede ser restaurada a la vegetación natural potencial para el secuestro de carbono (dividendo dos)”.

Adoptar lo que se llama una dieta de salud planetaria y dejar que los ecosistemas nativos vuelvan a crecer podría ayudar a las naciones ricas -en particular a Estados Unidos- a cumplir sus objetivos del Acuerdo de París. Además, la dieta es más saludable.

Comer para la salud del planeta

Comer de forma sostenible se alinea notablemente con comer de forma saludable. En 2019, la Comisión EAT-Lancet publicó su dieta de salud planetaria, que fue creada por 37 científicos líderes de 16 países, que abarcan disciplinas como la salud humana, la ciencia política, la agricultura y la sostenibilidad ambiental. El objetivo de las directrices era crear un conjunto global de recomendaciones sobre cómo alimentarse para obtener una salud humana y medioambiental óptima. La dieta es fácilmente adaptable a la disponibilidad de alimentos y a la cultura de cada región, y la propuesta también responde a los objetivos de desarrollo sostenible y clima de las Naciones Unidas.

Los autores del presente estudio utilizaron una combinación de conjuntos de datos disponibles para simular el impacto inmediato en las emisiones de 54 países de renta alta que adoptaran la dieta EAT-Lancet. Comenzaron con estos países porque, per cápita, sus poblaciones comen seis veces más carne, y son los que tienen más opciones y medios financieros para elegir lo que comen.

Los conjuntos de datos en los que se basó el análisis de los autores incluían el Food and Agriculture Biomass Input-Output model  (FABIO), que correlaciona la demanda internacional de alimentos con la producción agrícola primaria (los 54 países fueron seleccionados en parte por su presencia en FABIO). Utilizando un conjunto de datos de emisiones de GEI de la base de datos estadísticos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación de 2010 (FAOSTAT), el equipo pudo entonces traducir el ahorro nacional de GEI que se derivaría de los cambios en la dieta.

Algunas de las características clave de la dieta EAT-Lancet incluyen no comer más de 98 gramos de carne roja (cerdo, ternera o cordero), 203 gramos de aves de corral y 196 gramos de pescado a la semana. Como fuente alternativa de proteínas (y fuente adicional de fibra), los autores recomiendan comer al menos 125 gramos (peso seco) de legumbres, como judías secas, lentejas y guisantes, al día. Los lácteos son opcionales, pero aconsejan mantenerlos por debajo de los 500 gramos al día.

Además de las estimaciones de las emisiones, el equipo calculó la cantidad de tierra de cultivo que se liberaría como resultado de estos cambios en la dieta. En la actualidad, hasta el 80% de las tierras de cultivo se utilizan para el pastoreo y el cultivo de piensos, pero eso se traduce en apenas el 20% de las calorías del mundo. La producción de carne de vacuno es también el motor número uno de la deforestación.

Una gran parte de las tierras de cultivo utilizadas para alimentar al ganado podría destinarse a cultivos para consumo humano directo, aumentando la producción de verduras, frutas y proteínas de origen vegetal. Esto dejaría mucha tierra para la restauración del ecosistema. Suponiendo que se permitiera que estas tierras volvieran a su estado natural (lo que se denomina restauración pasiva), los autores utilizaron mapas globales de cultivos, pastos, carbono del suelo y vegetación para proyectar la cantidad de carbono que podría secuestrarse.

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Laura Andrade

Laura Andrade

Laura Andrade es una periodista freelance especializada en la investigación de la electrónica de consumo, especialmente de smartphones, tabletas y ordenadores. Actualmente participa en varios proyectos en los que se ha encargado de escribir sobre lanzamientos de nuevos productos digitales, aplicaciones, sitios y servicios para publicaciones impresas o en línea. Está constantemente estudiando las últimas tecnologías para estar siempre al día.

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